viernes, 27 de febrero de 2015

EL CORAZÓN DE UN TUITERO

Cuando se dice que Colombia es un país sin memoria, estamos fácilmente inmersos en una frase muy cercana a lo que somos, una frase que se ha instituido y que la mayoría de los colombianos utilizamos para autocriticarnos o retratar un país que olvida con facilidad. Así como lo plasmó García Márquez en Cien años de Soledad, algo similar a la peste del olvido, una epidemia que ataca el recuerdo y que no se ha curado. Aquí han ocurrido tantas y tan conocidas atrocidades del ser humano, que en ocasiones las cosas que llegan del medio oriente o África parecen de un jardín de niños, comparándolas con los crímenes de lesa humanidad que por años han venido cometiendo guerrilleros, paramilitares, bandas criminales e inclusive agentes del estado. Desde la masacre de las Bananeras, pasando por Mapiripán, Bojayá, el Salado, y tantas otras regiones que han visto sin compasión el poder punzante de esta injusta guerra, la violencia en Colombia ha dejado víctimas que avergüenzan la dinámica social de este país. Quizás puede ser sencillo olvidar masacres cargadas de tanto dolor y con justificaciones atadas al poder, el dinero y con muy poco de política e ideales. El colombiano tiende a hacerle un duelo pequeño a estos temas para poder sacar "la cabeza del barro", no es fácil cargar con que vienes de un lugar en el que estas cosas suceden y donde además la justicia tiene muy pocas herramientas. Tampoco es simple vivir con el miedo y la zozobra de que todo esto pueda suceder en tu entorno, así que muchos prefieren olvidar. 

El perdón y el olvido junto con la justicia y la reparación integral de las víctimas es un modelo necesario, es el paso más seguro hacia la paz. Se ha puesto en contexto el concepto de justicia transicional, un modelo basado en abordar la justicia como una restitución integral centrado en la víctima más que en la condena al victimario, una forma diferente de hacer justicia que promueve la verdad y la reparación de los individuos afectados. Por otra parte, se debe aclarar que el olvido no puede trascender a nuestros líderes, no puede extrapolarse a la falta de memoria de cada tesis que nos sustentan y a cada acción que realizan, pues es en nuestros gobernantes en quienes recae la responsabilidad de mantener esta democracia cumpliendo con el servicio público que les hemos otorgado. Y este punto se basa, en que modelos loables como el de justicia transicional que abordará eventualmente la justicia en un proceso de posconflicto, es un logro de todos los colombianos, es la evolución de una sociedad hacia el desarrollo y es el desenlace que todos sin excepción llevamos en el corazón, pues es el deseo de romper con los lazos de una guerra de la que está cansada hasta la comunidad internacional. El corazón de uno de los tuiteros más famosos de nuestro país, nuestro expresidente y actual senador de la república Álvaro Uribe Vélez, no puede caer en el odio por el odio y en la hipocresía de sus tesis. Cada vez que "trina" está faltando a ese "Corazón Grande" que tanto promovió en su campaña a la presidencia de 2002. Y es que si hacemos el proceso de recordar, un proceso que en este país pocos hacemos, podemos encontrar el verdadero corazón de este tuitero:

En Colombia se popularizó la verdad, justicia y reparación en su gobierno. Se logró desmontar el Paramilitarismo a pesar de las fallas estructurales que todos conocemos de este proceso. Se repararon víctimas y primó la negociación con los exjefes paramiliatres antes que largas condenas. En su Gobierno hubo negociación con "terroristas" como insistentemente critica, desde este proceso de paz con los paramilitares hasta acercamientos con las FARC y el ELN, y en su más simple expresión, logró con su programa de desmovilización la reintegración a la vida civil de muchos compatriotas armados, ¿acaso este pequeño logro no es perdonar y reintegrar personas a la vida civil con un poco de impunidad como la que él tanto cuestiona? ¿Qué hubiese pasado si todos los guerrilleros hubiesen decidido desmovilizarse?, era casi que una paz con impunidad, ¿no?.

La captura de Rodrigo Granda "el canciller de las FARC" en Diciembre de 2004 en Venezuela, fue un logro para su gobierno. Granda hoy es uno de los negociadores de las FARC en la Habana. Un recto y ceñido a sus ideales, nuestro expresidente Álvaro Uribe, lo liberó como parte de un gesto de buena voluntad para facilitar la liberación de secuestrados de las FARC como sugerencia del Gobierno Francés a la cabeza de Nicolás Zarcozy, con el ánimo de facilitar principalmente la libertad de la excandidata presidencial Colombo-francesa Ingrid Betancourt. Lo que sabemos de este episodio es que Uribe dejó en libertad uno de los guerrilleros más importantes de las FARC, y que la historia nos dice que el grupo de secuestrados que encabezaba la excandidata presidencial salió años después por una operación militar. Osea, que en resumidas cuentas, ha tenido más gestos con esta guerrilla nuestro "corazón tuitero" que incluso el actual Presidente Santos, quien no ha cedido a las pretenciones de las FARC de interceder para sentar en la mesa de negociaciones a alias Simón Trinidad, quien fuera capturado y extraditado a los Estados Unidos años atrás.

Finalmente, este cuento corto se resumen en argumentos para invitar a que los colombianos sin excepción protejamos los procesos de paz con cualquier organización armada, vengan promovidos del color político que vengan. El deseo de la paz lo tenemos todos los que hemos sido tocados directa o indirectamente con la violencia de nuestro país, y la única salida al conflicto es el dialogo bajo un modelo de justicia que englobe las verdaderas necesidades de nuestra nación, porque a esto hay que agregarle que nuestro aparato penitenciario no es suficiente y que hay una gran falencia para ejercer justicia de resocialización desde las cárceles. El corazón tuitero de la tendencia política que ha hecho oposición al proceso de paz actual con la guerrilla de las FARC es necesario, porque la paz es de todos, y es necesaria también la veeduría y el observatorio crítico de todos los procesos que nazcan hacia adelante ya que siempre hay aristas que se deben pulir. Pero ese mismo corazón debe ser coherente, porque si algo debemos aprender en Colombia, es a no olvidar quién dijo qué, con qué acciones, dónde y bajo qué condiciones, en esto debe estar fino el recuerdo.