sábado, 9 de enero de 2016

AÑO NUEVO

En la víspera de un nuevo año la vida nos premia con la felicidad de estar entre la familia y los amigos de siempre, de poder disfrutar del ambiente del barrio, de las calles que te acompañaron a soñar desde niño con ser mejor e ir hacia adelante. Crecimos en la puerta del Catatumbo, en una pequeña ciudad donde la guerra nos arropó, pero donde a pesar de las vicisitudes siempre nos sentimos seguros. Hablar de violencia es el pan que nuestra generación comió en el desayuno, el almuerzo y la cena, y que aún come a través de la caja mágica que te hace recordar las caras malas del destino. Nos acostumbramos a eso, eso era normal. Hoy contamos con el infortunio de tener hijos de nuestra tierra aún secuestrados, de seguir siendo víctimas de la realidad de esta región tropical. Sin embargo, a horas de que se acabe este año y que comience uno nuevo, estoy seguro que no hemos perdido esa esperanza constante, ese optimismo ciego que se parece al amor y a la locura que este trae consigo, el día que eso se acabe, no hay nada. Prefiero que nos comamos los sapos apestosos que puedan saber a injusticia, antes que escuchar que caen nuestros hijos, nuestros amigos y nuestros jóvenes, en la guerra de siempre, en la que nadie entiende porque no se conoce nuestra realidad, nadie recuerda que acá se acabó con el hombre desde tiempos que la memoria olvidó, nadie sabe de los Chulavitas, nadie sabe de los radicales, nadie sabe por qué todo esto pasó, o de pronto nos hacemos los locos para justificar que la vida siga siendo como fue, porque eso es lo que nos mostraron desde que nacimos. 

De todas maneras, las oportunidades están, y si decidimos quedarnos aquí es para construir y contribuir a que este lugar sea mejor para quienes se quedan en un futuro tan distante como cercano. El nuevo año viene con una carga de emociones de paz, de justicia, de perdón, de reconciliación, en el que tenemos que entrar todos, y seguro así será. O es que acaso conoces tanto talento en un solo lugar, acaso no sabes que las melodías de nuestros artistas retumban con notas de calidad los oídos de todo el mundo, o será que olvidaste cómo salta nuestra negra, o no viste nunca al niño maravilla de la diez blanca mover el balón, o será que olvidaste cómo llevamos la Cumbia y el Vallenato a Estocolmo en el ochenta y dos, o la memoria no te da para recordar cómo se ponía la piel de gallina viendo pedalear a nuestros escarabajos, o más bien, recuerda que hay gente que vivió cosas abominables del destino y que cada día se levanta a sembrar un nuevo campo, a estudiar sin temor o a formar de las tripas una empresa.

Formamos parte de este círculo de vida, una vida que nos enseñó a ser los más felices en medio de los obstáculos que nos puso. Cuando miro a mi alrededor, en este fin de año de gozo, me doy cuenta que somos la misma esencia en una versión mejorada de capacidad de pensar, de debatir y de lograr cosas. Qué alegres que son las parrandas de mi pueblo, qué alegre que es el vecino que me da la mano con la sinceridad más cálida de este universo, qué sublime es ver a los de sangre juntos en el amor y el apoyo a pesar de las batallas de la vida. Al padre, ese de arriba, el celestial, se le debe pedir con fervor que nos permita seguir así, que nos permita ser mejores, que nos enseñe el camino y que nos dé la oportunidad de seguir compartiendo la vida en este lugar. Ese espacio de emociones, ese que seguramente será el mejor de todos, porque hemos aprendido y lo estamos construyendo para seguir llegando con emoción a abrazar a los amigos, a la familia, y poder decirles cuánto los queremos.
Feliz año.
Ocaña, N. S. 31 de Diciembre de 2015, 3.30 pm.